Mediante el procedimiento de pinchar el enlace del enlace (¿por qué esta práctica no tiene aún nombre técnico?), se encuentran cosas muy interesantes. Así fue cómo llegué ayer hasta el vídeo de la participación de la pequeña canadiense Severn Suzuki en la Cumbre de la Tierra de la ONU celebrada en Río de Janeiro en el año 1992. La criatura, que pertenecía a una organización ecológica para niños en Vancouver, se subió al atril de los "peces gordos" y comenzó a decir verdades como puños respecto a temas como la contaminación, la economía sostenible o la falta de solidaridad con el tercer mundo. Al final del vídeo se me cayeron dos lagrimones de los de hectómetro cúbico. Qué valor el de esta niña que, según parece, permanece fiel a sus principios casi 20 años después. Lo triste es que la oyeron, pero no la escucharon.
Túnez y Egipto se convierten estos días en ejemplos vivos de que lo que los movimientos ciudadanos pueden llegar a conseguir. A nosotros, acomodados en los brazos del sistema capitalista occidental, la era tecnológica nos permite mantener una lucha desde la trinchera. Llaman poderosamente mi atención movimientos como el de los Anonymous, que aprovechan las nuevas tecnologías de la información para difundir noticias sin pasar por los filtros periodísticos habituales. Por iniciativas como ésta, Internet está jugando un papel fundamental en los conflictos de los países citados.
Ahora que es más fácil que nunca conseguir que el planeta sea mejor, nos dejamos cegar por las mieles del estado del bienestar. Recuerdo que de pequeña era una auténtica revolucionaria. Ya en el colegio, los profesores me apodaron "la abogada del diablo". Ha pasado el tiempo y mis desengaños personales se han alimentado de apatía y de diversas dosis de la cruda realidad. Llevo semanas notando que mi yo revolucionario quiere volver, pero a la vez siento cómo mi yo desencantado y sin fe en la humanidad lo frena. ¿Qué me ha pasado? ¿Qué nos ha pasado?