La muerte nos hace eternos, se lleva nuestro dolor y nos sitúa por encima del bien y del mal.
En una sociedad donde todo es efímero, donde nada dura mucho tiempo, la muerte nos permite ser imborrables, indelebles, imperturbables. Nos fija en la historia y en la memoria de los demás como un fotograma. Lo que somos tras su paso, seremos para siempre.
El amor, la amistad, los principios son traicionados y modificados cada vez más rápido. El epitafio, el gélido mármol y los recuerdos no cambiarán mañana.
Crudelius est, quam mori, semper timere mortem.