domingo, 30 de mayo de 2010

Minorías cabreadas

Hay personas que se levantan a las seis de la mañana para ver un capítulo de una serie de televisión. Algunos salen el sábado y vuelven a casa, corriendo cual Cenicienta, antes de que den las tres de la mañana para ver una carreta de fórmula uno. Otros, los más, llegan hasta a abandonar su puesto de trabajo para ver un partido de fútbol por televisión. Para gustos están los colores y yo, particularmente, gusto de respetar, como decía aquel, a todo lo que se menea.

A mí sólo hay un evento televisivo que me paraliza, Eurovisión. Lo puedo decir en todos los foros: soy Eurofan y no me avergüenzo. He de reconocer que El European Song Contest está algo denostado por estas latitudes, pero a mí me gusta. Cada año, desde que Internet entró en mi vida, reviso los rivales, los detalles, las curiosidades del festival, presencio las semifinales y el Día D a la Hora H, disfruto del Festival cual cochino jabalín.

Y sinceramente, me toca mucho las narices que no se nos respete a los que nos gusta Eurovisión, porque no somos ni peores ni mejores que los seguidores de Lost o los amantes del fútbol o la fórmula 1.

Aprovecho el tema para hacer una pequeña metareivindicación. Después de que la actuación española en el festival fuese boicoteada, muchos han considerado el incidente como divertido y/o gracioso. Piensen ustedes en sus diversas ocupaciones. Piensen que han hecho un trabajo que les ha costado dos meses sacar adelante y, a la hora de poder desarrollarlo, viene un gracioso y se lo jode. ¿A que ya no resulta tan divertido?

Estoy convencida de que si el infiltrado hubiese jodido un gol de la selección española, el tipo estaría ya en el otro barrio, pero como es Eurovisión, parece que es lícito ser crueles.

No es en absoluto mi estilo, ni la canción ni el muchacho me matan, pero reconozco que este artista tiene un mérito que, en un país como el nuestro, jamás se le va a reconocer. Desde aquí, un homenaje Algo Pequeñito de una eurofan.


jueves, 13 de mayo de 2010

De nostalgia y otros pe(n)sares

El tiempo pasa y nada cambia. Año tras año, las mismas dudas y las mismas decepciones, los mismos anhelos y las mismas derrotas. Así cualquiera se cansa de existir. Sé que es mucho pedir, pero sólo me gustaría salir de la espiral un ratito, lo suficiente para sentir lo que es vivir sin caer en el mismo círculo una y otra vez.

Camino y siento cómo me vuelvo gris a cada pasito. Que últimamente todo me jode en estéreo y la culpa sigue siendo mía. Que la tierra no va a girar al revés por mucho que yo patalee. Y la soledad quiere colarse en mi casa y ya no sé qué excusa poner para no abrir la puerta. Así cualquiera se cansa de existir.

Mientras tú conmemoras nuestro no-aniversario, yo tengo que lucir mi desgastada sonrisa postiza. Mientras tú preguntas por mí con fingido interés, yo tengo que convivir con el dolor de tu recuerdo. Y mientras tú bromeas con lo que será, yo me atormento con lo que podía haber sido. Así cualquiera se cansa de existir.

El rencor y la apatía siguen siendo mis hermanos. Miro atrás y comprendo que mis pasos de gigante sólo fueron pasitos que ya ha borrado el viento. Vuelvo a notar fatiga en mis brazos, que apenas sostienen por inercia la espada que me permite seguir luchando. Así cualquiera se cansa de existir.

Y es que la felicidad lleva años jugando al escondite conmigo y todavía no le he podido ganar una sola partida. Así cualquiera se cansa de existir. Las mismas derrotas y los mismos anhelos, las mismas dudas y las mismas decepciones, año tras año. El tiempo pasa y nada cambia.