miércoles, 15 de diciembre de 2010

Naturaleza muerta

Cuando vi la película Mar Adentro, me impactó mucho el alegato que Ramón Sampedro hizo en su juicio. El hombre venía a decir que una persona que puede andar, se suicida y no ocurre nada. En cambio, otra que no puede moverse y quiere suicidarse, debe pedir ayuda y legalmente eso es un asesinato. Lo que el tetrapléjico venía a explicar es que no todo el mundo tiene la misma libertad para tomar decisiones y, los que están en desventaja, encima tienen más dificultades externas.

Mi intención no es disertar sobre la eutanasia, sino más bien ir al otro extremo. Rememoro la idea de Sampedro cada vez que informan sobre padres que asesinan a sus hijos, los dejan en contenedores de basura o los abandonan en los coches con las ventanillas cerradas mientras van a comprar. Pienso en todo lo que debe hacer una persona o pareja para adoptar un chiquillo. Pruebas psicológicas, rentas, nóminas, referencias, desembolsos económicos y un sinfín de premisas burocráticas que impone el Estado para asegurarse de que esos padres serán idóneos para el niño o la niña. Y sobre todo, pienso en hombres y mujeres que no pueden engendrar y no tienen más remedio que sucumbir a la burocracia si quieren tener descendencia. En cambio, hay muchas y muchos que pueden concebir sin dificultades y, por el contrario, jamás pasarían un test ni para tener una mascota virtual. Pero a esas personas no les hace falta, porque la naturaleza ya está de su parte.

Al igual que en el caso del tetrapléjico, la ley ahoga a los que no pueden y ayuda a los que sí, porque en España la paternidad biológica está por encima de todo, incluso en casos completamente aberrantes. Por cierto, a Ramón Sampedro no le valió de nada su alegato.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

El dominguero postmoderno

Hay algo en lo que la sociología aún no ha reparado, la evolución del dominguero. El dominguero es esa persona que saca su coche en domingo y circula a una velocidad anormalmente reducida. El dominguero suele aprovechar este día para pasear, ir a comer 'anca' la suegra o simplemente trasladarse en su vehículo, pero, eso sí, de una forma mucho más lenta de la que lo haría durante la semana.

Los que trabajamos los domingos y, por lo tanto, tenemos que pisar el acelerador como si fuese lunes, odiamos a este especimen que estoy describiendo. En realidad a mí casi me divierte, pues sólo en domingo puede mi humilde Seat adelantar a Mercedes, BMW´s, Audis y demás vehículos de altísima gama.

Pero, desde hace un tiempo, observo que la figura del dominguero ha evolucionado. Sigo viendo altas gamas a las que pitar y adelantar, pero en menor medida. En su lugar, aprecio una nueva figura que podría denominar dominguero postmoderno.

El dominguero postmoderno suele llevar un Seat León, un Golf, un Hyndai Coupe o cualquier otro modelo susceptible de ser tuneado hasta la saciedad. Este especimen suele ir acompañado de una muchacha, que ocupa el asiento del copiloto y que podríamos definir como 'la choni'. Al contrario que su antecesor, el dominguero postmoderno suele ir muy deprisa, excediendo los límites de velocidad y poniendo en peligro la vida de los demás conductores. Cuando dos de estos especímenes se encuentran en primera línea de semáforo, se producen salidas mucho más emocionantes que las de la Fórmula Uno. Del mismo modo, mientras que el dominguero original gusta de escuchar a Julio Iglesias, José Luis Perales y otros hitos de la canción melódica, el postmoderno prefiere 'petar' con el 'subwoofer' a ritmo de flamenco, house o reggaetón.

Quede patente mi observación como método casi científico para futuros estudios sobre la evolución de la especie. Si Darwin levantase la cabeza...