Entré en aquella tienda por pura casualidad. Necesitaba hacer un simple trámite y me pillaba de camino. Abro la puerta y el dependiente levanta su cabeza atraído por el ruido. Sus ojos castaños me dejan con el culo torcido. Ante mí se muestra la perfecta reencarnación de un Dios Celta. Qué disparate de niño, discurro para mis adentros y, automáticamente, el color rojo invade mi rostro. Llega mi turno. A ver lo que digo –pienso- que en estos casos suelo soltar unas burradas del quince. El trámite se completa cordial y rápidamente. Todo ha resultado indoloro, sólo que me llevo sus ojos clavados en el alma. Me percato al salir que tengo en mi mano un ticket en el que pone: “Le atendió…” y le sigue su nombre.
Ser o no ser, esa es la cuestión. Llego a casa y la barra de Google nunca resultó tan tentadora. ¿Por qué no? A lo mejor es poeta y recita sus versos todos los miércoles a la misma hora. Puede que en sus ratos libres realice maquetas navales y acuda a las concentraciones de la ruta de los pantanos. A lo mejor sólo es el dependiente de la tienda. El caso es que me puede la, quizá malsana, curiosidad de saber qué hay tras esos hermosos ojos.
Oh sorpresa, oh dolor. El niño tiene blog, fotoblog, facebook, twenty y twitter, además de aparecer en diversos foros y webs de las asociaciones a las que pertenece. Tras unos pocos minutos, ya lo sé casi todo del chiquillo. Por un lado me siento defraudada, en 4 clicks me he cargado todo el misterio y el atractivo del muchacho, y por otro me siento psicópata, ya que sé tantas cosas de él que si tuviese dos grados más de perversión, podría llegar a ser peligrosa. Y no es que yo sea mala, es el Internet que me corrompe.
Ser o no ser, esa es la cuestión. Llego a casa y la barra de Google nunca resultó tan tentadora. ¿Por qué no? A lo mejor es poeta y recita sus versos todos los miércoles a la misma hora. Puede que en sus ratos libres realice maquetas navales y acuda a las concentraciones de la ruta de los pantanos. A lo mejor sólo es el dependiente de la tienda. El caso es que me puede la, quizá malsana, curiosidad de saber qué hay tras esos hermosos ojos.
Oh sorpresa, oh dolor. El niño tiene blog, fotoblog, facebook, twenty y twitter, además de aparecer en diversos foros y webs de las asociaciones a las que pertenece. Tras unos pocos minutos, ya lo sé casi todo del chiquillo. Por un lado me siento defraudada, en 4 clicks me he cargado todo el misterio y el atractivo del muchacho, y por otro me siento psicópata, ya que sé tantas cosas de él que si tuviese dos grados más de perversión, podría llegar a ser peligrosa. Y no es que yo sea mala, es el Internet que me corrompe.
6 comentarios:
Tiririri tiririri...
Ejem, ejem...
Muchas gracias a los dos por vuestros... eh... comentarios.
No hay de qué preocuparse. Insisto en que me faltan grados de perversión :D
Besiss
Cuánto daño ha hecho Internet a la vida verdadera.
Club anti feisbuc activo!
Un bexo televisivo
Yo he hecho un par d cosas de esas también.... ¿Dónde ha quedado aquello de conocer a las personas de tú a tú, en la calle y ya después ir metiendote en su personalidad?
Qué lástima... pa lo que hemos quedao!
_MT
Esto de las nuevas tecnologías le ha quitado mucho encanto a los románticos.
Sin embargo, nos ha dado muchas alegrías a los acosadores.
Besicos varios, querida.
Publicar un comentario