Algunas compañías de telefonía móvil comercializan un servicio para sustituir los tonos de espera de la llamada por música. Así pues, cuando llamas a alguien, en lugar de escuchar el “piiii, piiii, piii…” de toda la vida, te suena el temazo del momento y así, dicen, la espera se hace más entretenida.
Cuando llamas a personas que tienen contratado este servicio, encuentras de todo: canciones que ponen de los nervios, otras que resultan indiferentes y algunas que son un verdadero placer para los conductos auditivos. Recuerdo cuando tuve que llamar al señor Alcalde de un pueblo manchego, en cuyo Ayuntamiento habían sufrido un desagradable percance ocasionado por un tránsfuga. Como a mí estos temas me agobian bastante, marqué el teléfono pensando muy bien qué preguntar y cómo. Cuál fue mi sorpresa cuando, una vez establecida la conexión de líneas, escucho: “yo soy tu gatita, tu gatita… aráñame el corazón” y ya cuando descolgó el hombre a mí me dio la risa, cosa que hizo que la tragedia se volviese más trágica.
Yo siempre he querido contratar este servicio, pero soy incapaz de escoger una canción. Supuestamente no debería seleccionar un tema que me guste a mí, porque yo no me llamo a mí misma. Por lo tanto, debería contratar una canción que le gustase a quienes me llaman. Pero ¿cómo ser diplomática con los gustos de todos? Supongo que lo ideal sería reunir a todas las personas que tienen mi número y que ellos la decidieran, pero ¿y si escogen una canción que yo detesto? Además, si me llama alguien que no me conoce, puede establecer toda una serie de prejuicios en función de lo que escuche en ese momento, cosa que hace más compleja la elección. En fin, creo que no estoy preparada para esta tecnología.